Abre tu boca, pronúnciame un abrazo.


Con el corazón roto en las manos,
pobre de latir,
las lágrimas tocan la puerta.
La piel se agita,
despierta en respuesta, y gota a gota se derrama la sangre al suelo.
Lo observo  desconcertado mientras busco alguna palabra que pueda quizás servir de parche; pero la garganta cerró su paso, y para ser sinceros, el alma no entiende ningún idioma.

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